El rol del peronismo y del Frente de Todos: ¿movimiento nacional o partido del Conurbano?
Insistimos con viejas recetas que, aún exitosas, han perdido novedad, impacto y eficacia. Museo de grandes novedades.
La metodología, el contenido, las metas, el destino, el horizonte, el rumbo, la narrativa, la épica, los actores y las actrices, la estética, las actividades, la liturgia y las escenografías son cada vez más repetidos, tediosos, pesados, abrumadores, encerrados, acorralados y replegados, presentados en formatos enlatados, desgastados sobre una superficie menor al 5% del territorio de un país maravillosamente inmenso y diverso como la Argentina.
No es fracaso, es el fin. El principio del fin o el fin del principio. Ojalá sea lo segundo.
No es el objetivo de estas líneas describir el altar de lo extraordinario que ha sido la renovación de nuestro movimiento nacional en cabeza de Néstor Kirchner –desde el inicio de aquel proceso imborrable iniciado el 25 de mayo de 2003–, custodiado, cuidado y expandido por Cristina con hitos y hazañas impensadas para quienes rozamos los 50. Más bien, pienso que el exceso de lustre al pasado reciente nos limita en la necesidad imperiosa e impostergable de comenzar a transitar el nuevo ciclo que la Argentina requiere del peronismo y el campo popular. Nos enseñaron a aspirar a más.
Primera definición. El peronismo es federal, con fuerte impronta en nuestro posicionamiento regional y observación permanente y estratégica sobre los acontecimientos del contexto geopolítico, intentando acercarse a la máxima precisión para la mejor anticipación posible. Una marca registrada de nuestro líder máximo. Sin necesidad de ahondar en las gestiones y políticas públicas implementadas y desplegadas por el peronismo en los dos momentos centrales de su devenir histórico –Perón y Evita, Néstor y Cristina– si hay algo que resulta absolutamente claro e indiscutible es la naturaleza federal y territorial del peronismo.
Frente a esta introducción y observando la reducción superficial, representativa, conceptual, estética y narrativa del peronismo actual, es necesario aceptar y entender que nos encontramos ante el momento inequívoco de la necesidad de iniciar un nuevo ciclo para nuestra fuerza, en un momento en que la Argentina pide a gritos que la representación política de los intereses populares y federales se adapte a las circunstancias de tiempo y espacio.
Humildemente, entiendo que este es el gran problema que estamos atravesando como país y dentro de la actual versión del peronismo, el Frente de Todos (FdT). Un profundo problema de negación, complejos, encierro y temores a enfrentar y afrontar el tiempo actual y próximo.
Es muy difícil comprender que frente al estado actual de situación (pandemia, derrotas electorales de 2009, 2013, 2015, 2017 y 2021, ultra conurbanización, abandono territorial y de representación del interior, debilitamiento de la performance electoral en provincias, apatía electoral, aumento escandaloso de los índices de pobreza e indigencia, falta de acceso a los alimentos saludables a precios justos, desarraigo y sus consecuencias estructurales, etcétera), y estando en el inicio de la tercer década del siglo XXI, nuestro espacio político se esfuerce por evitar el debate, la discusión, la planificación y el cambio sustancial de sentido de la propuesta, gestión y oferta electoral, insistiendo en mesas de pocos donde las discusiones se limitan a garantizar el esquema de parcelamiento, conforme la parte accionaria que a cada cual le corresponde.
Según lo que intentamos desentrañar en las actividades y debates que generamos desde Movimiento Arraigo, y analizando algunos informes y estudios de opinión pública, los temas que forman parte de la preocupación de las comunidades, pueblos y ciudades que conforman la Argentina, son:
- avanzar en un nuevo y moderno sistema educativo que abarque desde jardines maternales hasta educación superior con salida laboral sin necesidad de desarraigarse;
- acceso a la tierra y vivienda urbana y productiva;
- reformas judiciales en las provincias para garantizar su acceso en territorio;
- desarrollo y consolidación de un Sistema Logístico Nacional, que integre vías navegables con puertos, trenes, rutas, autopistas, caminos rurales, regiones y mercados concentradores de alimentos;
- nuevas universidades y amplia conectividad;
- mayor coordinación nacional, provincial, regional y municipal para resolver cuestiones vinculadas a precios de bienes y servicios;
- definición de nuestra posición geopolítica, aprovechando la fortaleza de nuestra ubicación geográfica mundial, las nuevas rutas de la seda, los corredores bioceánicos, la alta capacidad de producción de alimentos, tecnología, energía y minerales, hoy altamente demandados por el mundo;
- reconfiguración geográfica, política e institucional de la Argentina, sus regiones y la Provincia de Buenos Aires;
- redistribución de la población, a través de incentivos a un importante y novedoso movimiento de migración inversa desde las grandes ciudades a zonas productivas del interior que se viene dando desde la pandemia;
- promoción de sistemas productivos agroecológicos y recuperación de nuestras más antiguas tradiciones productivas en territorio, incorporando esquemas de inversión pública para la implantación de tambos, frigoríficos, plantas de faena, tecnología, parques industriales y polos educativos adaptados a la capacidad productiva local/zonal con fomento del agregado de valor en origen;
- rol esencial, pero invisible o invisibilizado de las cooperativas productivas y de servicios públicos y tantas otras cuestiones que forman parte de las preocupaciones cotidianas de familias, trabajadores, productores, madres, mujeres, jóvenes, emprendedores, comerciantes, transportistas y consumidores, cada vez con menor presencia en ámbitos de discusión y definición política.
Sin embargo, nos entretenemos organizando actos, anuncios y presentaciones de listas en circuitos protegidos y cuidados, intramuros, en una repetición desgastante y abrumadora.
Del otro lado, y con gran inteligencia, flexibilidad y eficacia, nuestros adversarios macristas, nacidos de un partido vecinalista porteño, no sólo avanzan en la conquista del bastión más importante (por no decir exclusivo) del peronismo en la zona del AMBA, sino que amplían su base territorial y simbólica con la participación activa del radicalismo y de otras fuerzas satélite. Así, Juntos se transforma en una alternativa altamente competitiva y nacional de cara a la discusión de 2023, sin ningún complejo en mostrar públicamente las rencillas, disputas, reacomodamientos y fricciones que obviamente se generan dentro de cualquier coalición. Lejos de parecerme una debilidad, me resulta una fortaleza.
Algunos datos:
Si se toma en cuenta la cantidad de votos de diferencia entre Mauricio Macri y Daniel Scioli en la segunda vuelta de 2015, no será difícil calcular la incidencia que tuvo en el resultado la derrota en municipios “imperdibles” de la poderosa Tercera Sección Electoral, como Quilmes o Lanús, o en algunos de la Primera, como Tres de Febrero o Pilar. Conclusión: la estrategia de focalizar una disputa nacional en el grueso electoral del Conurbano, puede fallar. El macrismo terminó gobernando la Nación, la Provincia de Buenos Aires y la Ciudad de Buenos Aires.
En 2019, el FdT ganó la Provincia de Buenos Aires por 15 puntos de diferencia. Sin embargo, se perdió en todas las secciones del interior bonaerense, salvo en la Segunda, y raspando. Conclusión: los dos primeros años se gobernó con el Senado provincial en franca minoría. Ni 20 puntos promedio de diferencia en el Conurbano garantizan arrimar el bochín en el interior. Se necesita una propuesta política integradora.
En 2021 se perdió la Provincia de Buenos Aires por un punto, pero en el interior el promedio fue de 20% a favor de Juntos. Basta con observar el impactante mapa con preeminencia casi exclusiva del amarillo y el rojo radical. ¿Qué porcentaje del padrón electoral representa el interior de la Provincia de Buenos Aires? Esto es, las secciones Segunda, Cuarta, Quinta, Sexta y Séptima, 5 de las 8 que tiene en total. Es el 14% del padrón nacional de electores. Ni Córdoba con Mendoza, juntas, totalizan ese porcentaje. Equivalen a dos provincias grandes o más de 3 o 4 medianas.
Pero el problema no se agota en territorio bonaerense, porque la elección no es local sino nacional.
Último dato: la Argentina tiene aproximadamente 2.300 municipios, de los cuales el 98% tiene menos de 100.000 habitantes y cada vez menos, producto del desarraigo por falta de oportunidades. Sólo el 2% de esos 2.300 municipios de la Argentina tiene más de 100.000 habitantes. Y si hablamos de municipios de más de 1 millón de habitantes, son menos del 1% de la totalidad de municipios de la Argentina. Entonces, ¿a quién le hablamos desde el FdT? ¿Al 1% de las comunidades? Pretendemos empezar a mirar al resto de la geografía. ¿Esto significa que debemos pensar de manera urgente en cuestiones electorales de corto plazo? Definitivamente, sí.
Porque justamente la novedad del FdT debería ser la apertura sin antecedentes del debate necesario para ir reconfigurando nuestra agenda y propuesta para la Argentina del siglo XXI que será, indefectiblemente, la discusión de la elección de 2023. Y la mejor manera de diseñar ese nuevo enfoque es a través de un amplio espectro de miradas, objetivos y proyecciones que puedan ser públicamente discutidas para la más alta representación de los intereses del pueblo en sus distintos segmentos y sectores, de manera tal de llegar con una narrativa que enamore, en el mejor sentido de la relación entre la política y los ciudadanos.
Desde Movimiento Arraigo estamos convencidos de que el peronismo y el Frente de Todos pueden y deben liderar un nuevo ciclo si logramos abrirnos a las nuevas necesidades, otorgando un rol fuertemente protagónico a los gobiernos locales, que es la manera más contundente de implementar políticas públicas y generar cercanía. Es desde un espacio con fuerte raigambre federal, local y popular que se podrá torcer una historia esquiva para nuestro país, principalmente durante gran parte del siglo XX, si logramos consolidar un modelo político con profunda democracia y participación interna, basamento local y territorial y conducción clara de la enorme riqueza en condiciones de ser aprovechada y redistribuida, sin que se la queden unos pocos vivos y pícaros a quienes no les resulta difícil encontrar los espacios políticos necesarios para representarlos y defenderlos.
¿En manos de quién quedará el liderazgo del proceso en marcha y por venir? De lo que suceda en estos tiempos dependerá el transcurrir de los próximos años y décadas. He aquí la inmensa responsabilidad que le toca asumir a nuestro movimiento nacional.
Muchos dirán que el éxito más rotundo para detener el gran potencial de crecimiento libre y soberano de la Argentina ha sido el préstamo con el FMI, que termina siendo un muro infranqueable para las pretensiones de crecimiento de un gobierno de base peronista. A diferencia de algunos planteos, estoy convencido que el espíritu de tamaño crédito no ha sido ayudar a Macri a ganar las elecciones. Sin dudas se trata, una vez más, de una herramienta extraordinaria de condicionamiento para el presente y futuro nacional y de las próximas generaciones en momentos de reconfiguración del mapa internacional en la capacidad de producir commodities con agregado de valor y transportarlos y del crecimiento de una agenda climática en la que la Argentina tiene músculo para insertarse en la discusión mundial. Hay muchos jugadores que se relamen imaginando la imposibilidad de nuestro país de poder conducir soberana y libremente estas circunstancias y así poder tomar el control y extracción de nuestros recursos. Más de lo mismo. Razón por la cual el rol del peronismo y del FdT se torna absolutamente imprescindible.
La Argentina tiene las condiciones suficientes para generar los recursos necesarios para afrontar los compromisos que se destinen a cumplir los acuerdos en vías de negociación una vez que se defina el esquema de pago, los plazos de gracia y las tasas de interés, sin ninguna necesidad de profundizar aún más los enormes niveles de vulnerabilidad y desigualdad, sino más bien aprovechando ese enorme caudal para generar el famoso shock distributivo como prioridad principal.
Por justicia hacia los compatriotas de bien que nada tuvieron que ver con la barbaridad del endeudamiento con el Fondo, resulta imperioso que, además de discutirse en el Congreso los términos del acuerdo, se incorpore un impuesto que deberá ser afrontado por quienes formaron activos en el exterior desde que ingresaron los dólares del FMI a la Argentina. Aquellos 30.000 millones de dólares que, al decir del Presidente Alberto Fernández, se llevaron los amigos de Macri, logrando enormes beneficios y únicas tasas de ganancias y rentabilidad, de ningún modo puede permitirse que sean a costa del pueblo. En este medio he leído artículos muy completos, basados en informes del BCRA, sobre quiénes han fugado y en qué cantidad durante el período en cuestión. Asimismo, resulta innegable la pretensión de algunos sectores de exigir las investigaciones y responsabilidades de quienes avanzaron con tal desquicio, verdadera traición a la Patria.
Como militante y dirigente del peronismo renovado a partir de Néstor Kirchner, tengo puestas todas mis expectativas en que podamos dar comienzo a lo que la historia nos demanda. El primer gran paso consiste en volver a abrazar, planificar y conducir un Movimiento Nacional y Federal de grandes mayorías y de interpretación cultural de nuestros pueblos y comunidades, sin importar su ubicación geográfica ni cantidad de población.
Invitamos a cada militante, concejal, legislador, organización local, dirigente, intendente, gobernador y vice, funcionarios locales y provinciales, instituciones de la vida de los pueblos, cooperativas y asociaciones, referentes de la cultura, la producción, el comercio, el empleo y el turismo a que levantemos la voz para insistir en la incorporación de la riquísima agenda del interior en el debate público y político de la Argentina, en nuestros gobiernos y, principalmente, en nuestra coalición y en el peronismo del siglo XXI.